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El
10 de abril se realizó en el Registro Civil de la
Av. Córdoba 5690 la presentación de la nueva
Comisión de Gestión y Participación
Nº 14 con la presencia de vecinos de nuestro barrio. Habló
en primer término el director general Sr. Raúl
Ñamandú, el Prof. Emilio Bitar y el Sr. Olivera
en representación del Gobernador de la Ciudad de
Buenos Aires.
Reproducimos a continuación la conferencia pronunciada
por el Prof. Bitar , sobre el barrio de Palermo:
Generalmente
resulta muy difícil determinar cuándo comienza
la historia de un barrio. En realidad surge desde el fondo
de los siglos, con su topografía, su fauna y flora,
y después con sus primeros pobladores, casi siempre
anónimos.
Y Palermo, como otros barrios, tiene una larga "prehistoria"
como parte de la Pampa que después se denominó
el Monte Grande.
Por otra parte, y como bien lo sostiene Julio Luqui Lagleyze,
los barrios no suelen nacer en un parto como los humanos,
sino que se van plasmando en el tiempo con el correr de
los siglos.
Desde tiempos remotos, el Palermo actual se vio partido
casi al medio por el curso del famoso arroyo Maldonado,
que hoy yace, aunque todavía indócil, entubado
bajo la Av. Juan B. Justo, y que fue el arroyo más
importante que surcó la ciudad de Buenos Aires.
Los primitivos habitantes de toda esta zona fueron indudablemente
los aborígenes, al parecer unos indios blancos, grupos
de "guaraníes de las islas", y otros menores,
y algunos nómades querandíes.
Los "guaraníes de las islas" eran hábiles
canoeros, confeccionaban cerámicas y cultivaban la
tierra. Eran grandes consumidores de pescado, cosa fácil
de comprender sabiendo que dominaban el amplio estuario
del Río de la Plata.
Demos un salto en el tiempo y llegamos así al 11
de junio de 1580, cuando don Juan de Garay funda, con todas
las de la ley, la ciudad de Trinidad, un poco al norte del
"real de Nuestra Señora del Buen Ayre",
de Pedro de Mendoza.
Y el 24 de octubre de ese mismo año, Garay "en
nombre de su Majestad" empieza a repartir a los primeros
pobladores de la flamante ciudad una serie de "suertes",
o sea "partes de tierra de labor separadas de otras
por sus lindes". De las 65 suertes, denominadas entonces
"chácaras", fincas rurales dedicadas al
cultivo y a la labranza, nada menos que 12 correspondían
a la superficie que abarca actualmente Palermo.
O sea que fueron 12 los primitivos propietarios de nuestro
barrio. ¿Podían imaginar entonces la colosal
fortuna que habían recibido en ese reparto de tierras?
Seguramente, no.
Ni Diego de la Barrieta o de Olabarrieta, como así
tampoco Víctor Casco de Mendoza, Pedro Luys, Pedro
Fernández, Alonso Gómez, Pedro Franco, Esteban
Alegre, Pedro de Izarra, Baltasar de Carvajal, Antonio Bermúdez
y José de Suyas, los felices primeros propietarios
junto con Miguel Gómez de la Puerta y Saravia, podían
sospecharlo siquiera. Pero ninguno de ellos pasó
a la historia grande de nuestro barrio y no se incorporaron
a su nomenclatura.
Resulta interesante destacar que en 1619 se designa a las
barrancas de Retiro como "las barrancas de Palermo".
Y siete años más tarde, al nombrarse un banco
de arena frente a la ciudad, se alude "a la altura
de lo de Palermo".
Ello le dio sustento a Miguel Sorondo para sostener que
el nombre de Palermo recordaba a Juan Domínguez Palermo,
natural de Palermo, en el reino de Sicilia, que llegó
a nuestras costas en abril de 1582.
Como Domínguez de Palermo había nacido en
Sicilia, que dependía en esa época del reino
de Aragón, por lo que aquí no fue considerado
como extranjero, no tuvo obstáculos para ser designado
como alguacil y "mero ejecutor" por el Honorable
Cabildo.
Poco tiempo después contraía enlace con Isabel
Gómez, hija de Miguel Gómez de la Puerta y
Saravia y de Beatriz Luys de Figueroa, sobrina de Pedro
Luys, dueño de la suerte número 12, emplazada
entre las actuales calles Gurruchaga, Serrano y Uriarte.
Miguel Gómez de la Puerta, uno de los colaboradores
de Garay, se había hecho acreedor también
de una de las suertes "chácaras" en el
Monte Grande, cuya mitad heredará su hija Isabel,
esposa de Domínguez Palermo, que fallecerá
antes que su marido.
Al despuntar el año 1605, Domínguez Palermo
es elegido como regidor del Cabildo. Cuatro años
más tarde compra una chacra en el Monte Grande, lindera
con la de Diego de Olavarrieta por un lado y con la de Jerónimo
Pérez, justo en el límite entre la actual
Recoleta y Palermo, barrio al que le dio simbólicamente
su nombre.
En 1685 ya figura esa denominación incorporada a
la toponimia local en documentos oficiales, ya que en uno
de ellos se menciona "La Pesquería de Palermo",
que se hallaba debajo del cañón del fuerte
de San Sebastián, donde por no ser muy brava la costa,
acuden los pescadores de a caballo o a pie a pescar sin
barcos.
El Partido de Palermo fue creado en 1808, y hasta el año
1821, el Cabildo designaba anualmente al Alcalde de dicho
Partido, cuyo nombre quedó así incorporado
a la nomenclatura oficial.
Esa es, a vuelo de pájaro, la prehistoria y la primera
etapa de la historia de Palermo.
Años más tarde sentó sus plantas en
nuestro barrio, Juan Manuel de Rosas, que inmortalizara
su famoso caserón, uno de los baluartes edilicios
de ese tiempo, con el nombre de Palermo de San Benito, y
que lamentablemente fuera dinamitado al expirar el siglo
pasado.
Rosas compró la primera fracción de tierra
en 1838 y un año y medio más tarde otro predio
con una casa quinta, que le sirvió de base para la
construcción de la casona blanca que le dio fama
al Palermo de entonces.
Es de destacar, que en un principio el Restaurador habitaba
periódicamente una casita en precario estado de conservación,
y que fue a partir de 1877, reformada por cierto, la sede
del mitológico Café de Hansen, otro de los
imanes que tuvo Palermo a través de su vasta existencia.
Como ya lo expresamos, el caserón de Rosas era un
edificio blanco con corredores de arquería a ambos
costados y un baluarte en cada esquina en ángulo
recto. Muy próximo a la casona un lago artificial
hacía las delicias de sus moradores y visitantes,
porque podía ser navegado por una pequeña
embarcación. Era como una pileta de gran profundidad,
con paredes de ladrillos y que estaba rodeada de una baranda
de hierro que en uno de sus extremos tenía un enrejado
de madera bastante tupido, para que allí las bañistas
estuvieran al abrigo de las miradas indiscretas.
Y qué decir de los jardines siempre florecidos que
rodeaban esta singular residencia, que hizo época
en nuestra ciudad.
La visión se esfuma y empieza un verdadero desfile
de otros lugares históricos que engalanaron o engalanan
nuestro barrio: el famoso café La Paloma, en la intersección
de la Av. Santa Fe con la Av. Juan B. Justo, reducto tanguero
en la época de esplendor de nuestra música
ciudadana, los famosos Portones que abrían y cerraban
el acceso a la Av. Sarmiento. A un costado, el solar de
la legendaria Sociedad Rural Argentina. En el otro, el siempre
concurrido y ahora renovado Jardín Zoológico,
y avanzando por la Av. Santa Fe ya no vemos la confitería
"El Pedigree", pero sí el Jardín
Botánico, con su nuevo enrejado.
En cambio cayeron para siempre el "Café Argentino"
y el "Agua Sucia", sobre Plaza Falucho, el reducto
de los ya desaparecidos parroquianos del Hipódromo
Argentino, el circo palermitano entonces regentado por el
Jockey Club, otro imán que llevó y lleva a
Palermo a tanto porteños, jugadores o no.
Ese café, el "Agua Sucia", conjugó,
al decir de Roberto Boracchia, los tres símbolos
que llenan una o dos generaciones: tango, turf y fútbol.
Desde Juan Maglio (Pacho) hasta la bandoneonista Paquita
Bernardo, desde Bernabé Ferreyra hasta Irineo Leguisamo,
de Botafogo a Forli, todo pasó por allí, en
ese lugar se vivieron emociones auténticas y profundas
del quehacer ciudadano.
Todo eso se ha ido, como cayó también hace
ya unos cuanto años "La Garúa",
de Serrano y Güemes, el clásico almacén
y despacho de bebidas, el último reducto de su tipo
que quedaba en pie. El progreso se llevó todo eso.
Ahora las moles de cemento y las torres constituyen el nuevo
panorama de Palermo. Pero nos queda el "Parque 3 de
Febrero", un verdadero blasón porteño
y por qué no decirlo, argentino.
Ya no resuenan por las calles del barro los pasos de Guido
y Spano, Carriego, Borges y otros tantos hombres famosos,
que sería imposible enumerar en su totalidad. Y desde
el fondo de la historia y como en un sueño, se nos
aparecen los Cueli, el coronel Eduardo Holmberg, el Dr.
Roque Sáenz Peña, el Gral. Agustín
P. Justo, el Dr. Alfredo Palacios, el famoso músico,
Lucio Correa Morales, el maestro de la plástica argentina,
el escultor Rogelio Yrurtia, don Enrique Stein, famoso dibujante
y director del semanario cómico-político "El
Mosquito", el escritor y periodista Ernesto Morales
y el literato don Arturo Capdevila. Y vemos también
en esa ensoñación, el paso firme y resuelto
de los revolucionarios de 1890 pasando frente a la vieja
Penitenciaría, provenientes de los viejos cuarteles
de Palermo.
Y la visión se desvanece y despertamos otra vez a
esta nueva realidad de progreso y avance vertiginoso que
tiende a no detenerse nunca. Prof. Emilio Bitar
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